En 2011, un cantinero australiano descubrió un mal funcionamiento del cajero automático que le permitió retirar mucho más de su saldo bancario. En una bancarrota que duró unos cinco meses, gastó alrededor de $1,6 millones del dinero del banco. Organizó lujosas fiestas, fletó aviones privados y pagó la matrícula universitaria de sus amigos. Más tarde se sintió culpable y se entregó a la policía.